En un rincón de la parroquia La Libertad, el Molino Arcoíris gira desde 1994, moliendo granos y construyendo esperanza. Nacido del coraje de mujeres, hoy una familia guarda su legado y memorias con la misma pasión.
Bajo el cielo despejado de La Libertad, en un barrio humilde del cantón Espejo, el Molino Arcoíris despierta la mañana. Sus martillos resuenan, triturando cebada, trigo y habas, mientras el aroma tostado de la leña se abraza con la brisa. Desde 1994, este lugar es más que un taller: es un refugio de lucha y sueños. Fundado por mujeres valientes, hoy Inés Trujillo y su familia sostienen un legado que muele no solo granos, sino la esencia de una comunidad que resiste el olvido.
El Molino Arcoíris lleva su nombre como un estandarte de unión. “Dijimos, pongámosle arcoíris porque este molino aglutinaba a muchas mujeres de todos los barrios,” recuerda Inés, con la voz cargada de nostalgia. En 1991, la Asociación de Mujeres Luchando por el Progreso, con 15 socias, soñó con un proyecto que diera trabajo y dignidad. Tres años después, con el apoyo de una ONG de Bogotá, el molino cobró vida en un terreno prestado por los suegros de Inés. “Empezamos de cero, pero con la ayuda de personas de buena voluntad.” Pese a la resistencia social, las mujeres perseveraron, capacitándose y enfrentando prejuicios. “Era una situación bien dura. La mujer no podía,” añade. El molino se convirtió en un símbolo de resistencia, ofreciendo empleo y apoyo a familias vulnerables.
Inicios con dificultades
Durante sus primeros tres años, el trabajo fue gratuito. “Mi esposo no cobró durante tres años, un cuñado también y yo,” cuenta Inés. Con el tiempo, la ONG y la Corporación de Campesinos del Carchi (COPOCCAR) gestionaron recursos, permitiendo pagar modestos salarios. “Nos endeudamos en diez millones de sucres,” recuerda. Pero la asociación decayó tras 12 años. “Vinieron profesionales a llevarse nuestro fruto. Las compañeras no lo vieron como una fuente económica,” lamenta Inés.
Hace diez años, tras un temblor y la disolución de la asociación, el molino quedó en manos de Inés, su esposo y su hija. “El día miércoles buscamos el grano, el jueves comenzamos a escoger, hasta el sábado trabajamos,” explica. Compran cebada, trigo y habas en García Moreno y San Isidro, realizan el tostado con leña y muelen con un molino de martillos. De este trabajo salen productos como: arroz de cebada, máchica, pinol, harina de haba, habas tostadas, que se venden en ferias de La Libertad y El Ángel. “El pueblo es el que compra. La gentecita de más recursos compra por la calidad,” dice Inés, aunque la demanda varía. “Hay domingos que se vende, hay domingos que no.”
Un legado de leña y corazón
Por otro lado, el Molino Arcoíris no solo produce harina; forja carácter. “A mí me ha dejado ser perseverante. Esto fue con gran sacrificio,” afirma. Abandonó momentos con sus hijos pequeños para viajar y gestionar recursos. “Yo pasaba tres semanas en el proyecto. Mis suegros se quedaban con mis hijos,” recuerda. Hoy, sus nietos curiosean entre los granos, aprendiendo el oficio. “Les gusta porque yo me guardaba en mi cabeza y decía esto no quiero quedarme con estas cosas porque son ajenas,” confiesa. Pese a su calidad, el molino no ha recibido apoyo reciente. “Hemos andado a alcaldías, prefecturas, pero solo promesas,” dice Inés. Aun así, la comunidad lo valora; sin embargo, Inés y sus familiares hacen un enfático llamado a instituciones públicas, privadas o benefactores para apoyar en rehabilitar la infraestructura de este espacio que a la fecha cuenta ya con 31 años de servicio. Tal ha sido el trabajo que los derivados de los granos viajan a Estados Unidos y Europa, siendo un orgullo silencioso.
En el Molino Arcoíris, cada grano cuenta una historia de lucha y amor. Inés, con las manos curtidas por la leña, muele más que cebada: muele la memoria de mujeres que desafiaron al tiempo. “Me he encariñado de este trabajo,” dice. Mientras los martillos cantan, La Libertad respira un legado que no se detiene, invitando a Carchi a proteger sus tradiciones con el mismo fervor de un arcoíris tras la lluvia. //NA