En la parroquia Los Andes perteneciente al cantón Bolívar, la planta de agave se transforma en chaguarmishqui, una bebida que lleva siglos nutriendo el cuerpo y el alma, curando diversas dolencias y fortaleciendo a quienes practican deporte.
Entre las laderas de la parroquia Los Andes, donde el viento susurra entre pencos, el chaguarmishqui fluye como un elixir de tradición. Extraído del corazón del agave, esta bebida clara y dulce, con un toque herbal, es un legado andino que revive en las manos de productores como Pablo Salazar. En su acogedor establecimiento, el aroma de la savia fermentada cuenta una historia de resiliencia, innovación y orgullo carchense, invitando a saborear un pedazo de la tierra.
Raíces del agave
El agave, conocido localmente como penco, crece silvestre en las cercas vivas de Carchi, con sus hojas largas y carnosas vigilando los caminos. “Hablamos de seis variedades, pero la más aprovechable es la americana subespecie andina,” explica Pablo Salazar, productor con 10 años de experiencia. De esta planta milenaria, los indígenas extraían savia para ceremonias y remedios, atribuyéndole propiedades para las articulaciones y la vitalidad. Hoy, en parroquias como Los Andes, el chaguarmishqui es un símbolo de identidad.
La chispa para trabajar con agave nació de una necesidad familiar. “Mi mamá sufría de dolor de las articulaciones. Le dije, ‘usted dijo que su abuelito sacaba chaguarmishqui.’ La vecina nos regaló un penco, pero al no tener conocimiento nunca nos dio esa bebida,” cuenta Pablo. Posteriormente, un encuentro con un PhD mexicano, parte de un proyecto de la UPEC, cambió todo: “Él nos indicó el proceso, sacamos el jugo, lo probó mi madre, y fue algo maravilloso.” Desde entonces, Pablo y su familia han perfeccionado la técnica.
Bebida tradicional
El proceso es tan artesanal como curioso. “Tenemos que identificar que las plantas estén maduras. Se hace un proceso de quiebre, hacerle un hoyito para que destile la savia,” explica. Tras cinco días de raspados, la savia se recolecta mañana y tarde, se pasteuriza y envasa para expenderse por un precio de dos dólares.
Pero no todo termina allí, de la producción se puede conseguir un sirope o miel vegetal de la planta que cuesta cinco dólares y también un destilado de agave, en presentaciones desde 5 a 40 dólares, donde la savia fermentada se destila, creando variedades destilado blanco, con hibisco o pétalos de flor azul. “Tenemos un reposado en pétalos de Jamaica, con un amargo rico,” añade, destacando su sabor único.
Una planta multiusos
Entretanto, del agave no solo se extrae la bebida, sino que abre un universo de posibilidades. Según Pablo, esta planta se puede usar para crear desinfectantes, como biocombustible, tratamiento capilar… “Por cada planta, reponemos al cuatrocientos por ciento. Hace un año sembramos cuatro hectáreas en Mira” reveló y con esta visión a largo plazo, asegura que, en 12 años, las nuevas plantas estén listas, inspirándose en México, donde el agave impulsa economías enteras.
El Arriero: un nombre con historia
Por otro lado, tanto para el chaguarmishqui, como para el destilado, se cobija bajo un nombre tradiconal; ‘El Arriero’ que rinde homenaje al Carchi. “Un escritor de Montúfar nos dio un libro que decía que Carchi era tierra de arrieros, y ahí estaban los pencos,” relata Pablo. Con una denominación de origen en trámite, el destilado aspira a conquistar mercados europeos. “Tenemos la ventaja del contexto cultural, el conocimiento ancestral,” afirma. Por ahora, los productos se venden en su negocio ubicado en Los Andes, a 300 metros de San Bartolomé.
Para Pablo, trabajar con el agave ha sido transformador. “Nos ha resultado una experiencia muy enriquecedora. Mi señora tuvo la oportunidad gracias al agave, de estar en Francia capacitándose en destilación. Esta planta nos ha llevado muy lejos,” comparte. Cada botella lleva el esfuerzo de una familia que sueña con poner a Carchi en el mapa de los destinos para disfrutar de esta bebida tradicional. Los interesados pueden ponerse en contacto al 098 065 899 y probar el chaguarmishqui, un sorbo que conecta la ancestralidad y el tiempo moderno. NA