En épocas anteriores, algunos políticos locales y nacionales practicaban la política como un arte y ciencia para la consecución del bien público lejos o por encima del particular.
En el ejercicio de la democracia, actualmente, lo que ha crecido y fortalecido, es la definición de un país cada vez más polarizado en todos sus niveles: locales, regionales y nacionales. Y este fenómeno está vigente en la mayoría de los países del mundo. Los sectores políticos de la derecha e izquierda, con sus líderes y candidatos ubicados en los extremos, han hecho que se dejen de plantear
o exponer ideas auténticas y propias. Ahora, solo existe el discurso fogoso, agresivo y populista, dirigido a atacar al otro. Y esto ni siquiera a las ideas de ese otro, sino al otro en sí. Esto es a la dignidad personal del contrario.
No solo se ha perdido el respeto al adversario político (contrario) porque piensa diferente. Es común aquí y en todas partes, que los candidatos y los mandatarios que tienen ideas más realistas y diferentes sean considerados como poco simpáticos, capaces e incluso deficientes.
En este país y en países desarrollados, es muy común que el ataque y las agresiones al candidato opositor, se
hagan con el fin de captar más adeptos. Especialmente, a los candidatos populistas, no les importa la deshonra personal del opositor. Y así, por las palabras y los gestos, los votantes piensan y deciden que ese o a esos candidatos son valientes, fuertes y frontales, y por ello, hay que apoyarlos con los votos. Y lo hacen a pesar de que esos políticos agresivos sean negativos, inseguros y no confiables.
Adicionalmente, esta clase de políticos casi nada conocen las realidades que viven los pueblos, pero son los que más opciones tienen para llegar al poder. Y en esto, son los ciudadanos quienes ejercen el derecho al voto, los responsables del presente o futuro de un país. Y al final, algunos de los políticos no idóneos que llegan al poder público, no siempre cumplen con las promesas ofrecidas, dejando frustrados a la mayoría de sus votantes y al pueblo en general.
En tal forma, “la política degradada y contaminada”, especialmente en nuestro país, cada vez está más apartada
del arte y de la ciencia.